Seguí a Dimash

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martes, 1 de diciembre de 2020

LA DAMA OCULTA - Por Carlos Rivadeneira

 


 Todo en derredor tenía musicalidad. El flujo del agua que brotaba de la ducha llegaba a sus oídos como si una lluvia de sonidos se precipitara por su cuerpo. Su organismo era un instrumento subordinado a las pretensiones de un ejecutante líquido y tibio que tañía su piel como una lira.

Se mantuvo en esa posición y dejó que la irrigación suavizara las tensiones del día. Cerró el grifo y ciñéndose una toalla a la cintura se dirigió al dormitorio entre los abrazos de despedida del vapor suspendido en el aire. La estancia tenía las comodidades características de ese tipo de hoteles, más aun lo que realmente  apreciaba era la privacidad que le brindaban.

Frente a un espejo de considerables dimensiones observó sus facciones al aproximarlas a su reflejo y no le pareció descabellada la idea de que en algún momento se dejase crecer la barba, tenía la certeza de que de una manera u otra estaría conforme con su aspecto. Su cuerpo era atlético, de elevada estatura y en el último tiempo había ganado una masa muscular que le otorgaba un talante maduro pero sin perder su encanto juvenil. 

En algunas personas la belleza se escuda tras la juventud, pero al marcharse la segunda, queda demostrado que la primera fue solo un mero espejismo.

Él era joven y atractivo, como esos que siempre lo son, sin importar cuán inevitablemente transcurriesen los años.

Se pasó una mano lentamente por el torso desnudo y al llegar a un punto ubicado justo por debajo de la clavícula izquierda se detuvo ante el recuerdo de una huella que todos desconocían.

El último beso que le entregara su dama oculta…

 

La presencia de su primer encuentro estaba intacta como también lo estaban cada uno de los que le sucedieron. Se extendió en la cama y supo que como muchas otras aquella sería una noche especial.

Y espectral.

Tiempo atrás irrumpió en su vida, envuelta en el misterio de los eventos que se desarrollan de manera azarosa y pasan desapercibidos como un utensilio que cae sin razón aparente, el vistazo fugaz de una supuesta silueta por el rabillo del ojo o una caricia inesperada que se confunde con una brisa invernal.

Sin saberlo, las puertas a una dimensión suprasensible le estaban aproximando a una compañera fuera de toda comprensión humana…

Las apariciones aumentaron en frecuencia a pesar de que no las reconociera como tal en un primer momento y en la soledad de sus retiros descubrió la materialización tangible de algo para lo cual todos sus años preliminares no le habían prevenido emocional ni psicológicamente.

Al recordar los sucesos acontecidos en aquella primera noche, un estremecimiento que parte desde el espinazo le recorre todo el cuerpo en ondas como pequeños temblores.

Cierra sus ojos y piensa en esa inolvidable impresión que fusionara la excitación y el espanto.

Fue una noche como esta, con la expectativa que le genera la antesala de cada presentación en vivo y el acostumbrado ritual de aislamiento para una estricta concentración. Se descalzó, aflojó sus vestimentas y tomó de una botella de agua para que le saciara la sed. Realizó una rápida inspección de las instalaciones y todo estaba de acuerdo a lo esperado, desconectó el teléfono a pesar de que no recibiría molestias del exterior pues cada uno de sus colaboradores  estaba advertido de su petición inapelable en ese sentido.

Apagaba las luces de la habitación cuando le pareció oír un goteo proveniente del baño. “Extraño” pensó, ya que no lo había notado antes; mientras se dirigía hacia el origen de un sonido que podría atormentarle con su constancia fue víctima del primer y más insignificante sobresalto que ese lugar le tenía preparado: la luz del baño se encendió y el goteo se detuvo.

Quedó estático en las penumbras.

Estaba convencido de estar a solas como en tantas otras oportunidades y por ello descartó una broma de mal gusto; en ese momento cayó desde una mesa pequeña la botella abierta y la escasa iluminación que le llegaba del recinto contiguo se extinguió sumiéndolo en una oscuridad malsana y anti natural, demasiado profunda para ser posible. Esta ceguera fue efímera porque a sus espaldas se creó una fosforescencia que proyectó su propia sombra en la pared opuesta. El vello de su nuca se crispó en una inútil advertencia y como si fuese un ser ingrávido se dio vuelta con una lentitud que pareció durar una eternidad para enfrentar un chapoteo rabioso que nacía desde los restos del agua derramada.

Estaría en presencia de un bautismo monstruoso.

 

A esas alturas su voluntad ya no le pertenecía sino que estaba sometida a un espectáculo que amenazaba con hacerle perder la cordura, ante sus ojos una masa amorfa crecía palpitante y se recomponía entre sonidos angustiosos de huesos fracturados que vuelven a su posición original y ligamentos que recuperan su exacta plasticidad. Como una pulpa que recobra su estado carnoso se presentaron unos músculos que intentaban dar consistencia a una figura desproporcionada y extendía cuatro extremidades que ganaban longitud y carácter. Una serie de espasmos sacudió a la criatura que se formaba sobre la alfombra y del cráneo a medio constituir surgió una espesa y larga cabellera, esta cubría un rostro que parecía ser moldeado por un alfarero a toda prisa. El delineado de sus facciones se suavizó para permitir adivinar un rostro hermoso entre tanto horror, sus nuevos brazos y piernas se estilizaron hasta alcanzar manos y pies de extrema delicadeza, se definió la curva de sus caderas en contraste con la angostura de su talle y tras un último estertor finalizó su apresurado nacimiento.

La mujer que se había reconstruido ante sus ojos era la fuente de aquella luminiscencia y en lugar de repelerla se sentía tan atraído como cuando una polilla se aproxima absorta a su destino final.

Conforme se acercaba parecía que su piel de un color indefinido destilaba un perfume almizcle que le producía un efecto narcótico no solo a su juicio sino también a su integridad. Sin abrir los labios habló en diferentes lenguas inclusive a un mismo tiempo dando paso a un idioma novedoso y el no tuvo inconvenientes de entender cada palabra. La conexión fue inmediata.

 

Le habló de un mundo elaborado por la energía de millones de almas en donde se concentraban sonidos, mecánicas y colores no establecidos por el intelecto humano, más inmediatos a la sensibilidad que a la razón. Se superponían en esa inmaterialidad matices policromáticos, en una red suspendida e interconectada con un sinnúmero de variantes posibles delimitadas solo por la imaginación de cada creador participante, pues esa realidad había sido concebida desde la colaboración del inconsciente colectivo.

Se acercó a él y antes de apoyarle una mano en el pecho le confesó que el combustible que potenciaba aquella existencia paralela eran las emociones y que el catalizador para traerla a la vida… había sido su voz.

Nunca hubiese imaginado que de todas las expresiones que se enunciaban para definir su talento vocal en todas partes del mundo sería en la intimidad de aquella habitación en donde se toparía con la más inesperada y sombría.

No tuvo tiempo para reflexionar estas cuestiones, ella lo atrajo y él supo que el beso apasionado que los fundiría se había iniciado mucho antes de que sus labios se rozaran.

Entonces ingresó a un estado que la mente tiene reservado en un lugar recóndito de la conciencia y de la cual su sola apertura puede conllevar resultados ambiguos: una elevación trascendente o la locura absoluta. En ese contexto desligado de lo manifiesto su intuición le mostró una última carta; junto a esa mujer disfrutaban de una coexistencia como si se tratase de una extensión de su propio vigor y en el aliento que compartían en ese momento eran uno solo…

 

Aquel encuentro de propiedades y desarrollo más espirituales que físicos sería el primero de muchos otros menos escabrosos porque con el tiempo la dama aprendería a emerger sin la truculencia original y de forma casi instantánea.

Ahora mientras la recordaba en la tranquilidad de su cuarto se acomodó entre las sábanas y antes de que le venciera el sueño un chispazo iluminó su rostro momentáneamente al mismo tiempo que se le dibujaba una enigmática sonrisa…

 

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El día siguiente lo despertó entre las cálidas caricias de unos intrusos rayos de sol. Estiró su brazo en una búsqueda que sabía infructuosa y abrió sus ojos somnolientos para comprobar que efectivamente volvía a estar solo. Se extendió hacia su derecha para tomar uno de sus celulares y quedó boca abajo en la cama apoyado en sus codos. Luego de encenderlo se giró hacia arriba y cubrió en parte su anatomía con una cobija. Por temor a que su dama oculta no apareciese nunca más tenía intenciones de inmortalizar aquel momento. Los compases del amanecer anunciaban la sinfonía de una nueva jornada en las calles. Observó la cámara y pensó que estaba en los inicios de un día fructífero.

              

Fin

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