La Era Dimash (oficial)

Esta página se dedica a difundir la música, arte y cultura de Dimash Qudaibergen, el objetivo es que el mundo entero disfrute y comparta , no sólo su música, sino también su ejemplo de vida, valores y su integridad como ser humano.

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lunes, 9 de agosto de 2021

Demanda de Amor (Tercera y Última Parte) - JUICIO DE VALOR - Por Carlos Rivadeneira y Malena Fragoso.

 Juicio de Valor




 

1

 

¿Qué razones legales e incluso racionales tengo para tener en cuenta esta “demanda de amor”?

Me presento. Mi nombre es Heriberto Arrúa, me desempeño como juez en primera instancia y en plena función de mis ejercicios me encuentro en una disyuntiva mayúscula, carente de comprensión jurídica que me sitúa en un aprieto sin precedentes.

Tengo 63 años de edad, cuarenta de ellos casado, dos hermosas hijas y cuatro nietos, un varón y tres nenas, que nos visitan a mi mujer y a mí con una cierta frecuencia.

Mi familia matizó mi vida con la felicidad que todo hombre necesita, en ellos se encuentra la motivación que impulsó mi vida.

En ellos y en el esfuerzo que le brindé a mi carrera y en los años que invertí en granjearme una posición acomodada y sin necesidades materiales.

Dos bienes irreemplazables.

Mis energías y mi tiempo.

Por ello me conduje con la celeridad necesaria en cada caso que llegó a mis manos desde mi juventud hasta la actualidad y por ello me siento contrariado con éste en particular.

Además, ¿Qué demonios hace una demanda por amor en mi escritorio? ¡Dios! ya siento los coletazos de la migraña, ¿será por la úlcera en mi estómago? o podría ser por mi condición hipertensa, ¿quizá por mi cervical?, da igual…

 

Sonó el teléfono y detrás una voz que rugía.

- ¡Violeta! – la secretaria aceleró el paso, pero se asomó con temor por la puerta - necesito urgente un café… ¡no se retire, por favor Violeta! que sea bien cargado… ¡aguarde un momento Violeta! ¡Présteme atención! olvídese de mi diabetes y en lugar de esa sacarina venenosa tráigame bastante azúcar, y por favor Violeta… ¡tan pronto como le sea posible!

 

Continúo.

Veamos que tenemos por aquí... ¡cuánto material! La doctora Fragoso me envió una gran cantidad de pruebas incluida una peculiar carpeta con el título “El Dimash Affaire” ...

Por cierto, he ahí el nombre del acusado: Dimash Kudaibergen.

Varias fotos me dan un pantallazo sobre su fisonomía.

Bien... bien... luce muy joven, 18 o 20 años a lo sumo, aunque tratándose de una persona oriental (supongo) no sería extraño que fuese algo mayor.

¿Chino? ¿Coreano? 

Ahh perdón...

Kazajo.

Aktobé, Kazajstán, 24 de Mayo de 1994.

¡27 años! Lo dicho, esta gente se mantiene muy bien. Atractivo, por cierto, elegante y exótico, pero atractivo.

Disculpen, ¡Si Violeta, adelante!

- Aquí tiene su café, señor Arrúa, café cargadito y con algo de azúcar extra -la secretaria apoyó con cuidado el pocillo y no pudo evitar posar sus ojos en unas fotografías sobre el escritorio -

En realidad, la seducción provenía no de las fotos sino del protagonista de ellas.

- Que interesante... - dijo en voz alta - realmente interesante...

A sus oídos llegaron en dos oportunidades la pronunciación de su nombre como un eco distante, pero el tercer “¡VIOLETA!” le borró de un plumazo la sonrisa tímida y el ensueño.

- ¡Disculpe señor! Estaba... distraída...

- La comprendo Violeta, créame que la comprendo... - el juez tomó algunas fotos entre sus manos y se las extendió- dígame Violeta, ¿¿quiere que se lo envuelva para regalo??

Violeta rechazó la oferta porque, aunque tentadora, la mirada de Gorgona de su jefe amenazaba petrificarla en el lugar si aceptaba llevarse un retrato de ese atractivo joven.

Por si acaso, se retiró sin volver la vista atrás.

 

¡Así que esas tenemos muchachito! Lograste captar la atención de Violeta ¡nada menos! Hmm... Aguárdenme un minuto...

 

- Violeta, si otra vez yo, pero no se entusiasme…  no es a usted a quien necesito, dígale a Mariana de ordenanza que venga a mi oficina por favor.

 

Vamos a comprobar algo...

 

Al poco tiempo Mariana ingresó al despacho, y de manera conveniente, Arrúa acomodó las fotos sobre el escritorio y a un lado viejos papeles que desechó a propósito.

- ¿Cómo estas Mariana? Necesitaría que retires esos papeles por favor, estoy con mucho material y temo que se confundan con otros de vital importancia.

Él se dedicó a separar las pruebas de los diferentes sobres y carpetas sin dejar de observar de soslayo la actividad de la joven y ella luego de meter el deshecho en una bolsa plástica, tomó una franela de su bolsillo y comenzó a repasar un escritorio que no necesitaba una limpieza extra. Parecía dispuesta a deslizar el paño por todos los vértices para disfrutar de un paneo desde diferentes perspectivas de las bondades del demandado.     

Pero la experimentación llegaba su fin.

- ¿Sabes que Mariana? Tengo que felicitarte. Porque este escritorio lo dejaste impecable por la mañana y ahora da la sensación ¡de que pretendes dejarlo como un espejo! Y como ya tengo uno en el baño y supongo que tu tiempo es limitado como el mío, no quisiera que lo malgastes aquí. No quiero retenerte, podes retirarte.

- Si señor... yo... Cualquier cosa que necesite me avisa...

- Hoy no creo Marianita, andá nomás...

 

Permítanme que tome nota: “Fuerte influencia del demandado en base a su imagen, podría ocurrir que ejerciese un magnetismo considerable sobre el sexo opuesto”

Pues bien, jovencito, ya no me resulta usted tan inocente, tengo mis dudas, ¡mis serias dudas! Me recuerda a la fascinación que le provocaban las sirenas con su canto a los marineros.

Bueno... al fin y al cabo él es cantante ¿verdad?

Pasemos a esa cuestión. La doctora Maria Elena me recomienda utilizar auriculares y así lo haré. Son varios los enlaces, pero hay uno remarcado con énfasis: “presentación en el concurso de canto “The Singer”, llevado a cabo en China en el año 2017. Dimash canta “S.O.S.”, ¡la mejor voz del mundo!”

¡Si claro! ¡Y yo soy el “Juez Dredd”!

 Además, si lo demandan, tan bueno no puede ser... Se me ocurre una larga lista de “artistas” a demandar con esa prerrogativa, pero no vienen al caso...

Muy bien. Play. A ver jovencito. Sorpréndame si quiere tener una chance...

 

2

 

- Permiso señor, sé que una ensalada no es lo que prefiere, pero su esposa fue inflexible con el menú y usted sabe como se pone si... - el cadete se detuvo - señor... ¿se encuentra bien? ¿Le ocurre algo?, ehh... ¿está llorando?...

El señor Arrúa no escuchó entrar a Gerardo, de hecho, no se percató de su presencia lo cual lo obligó a limpiarse las lágrimas de un manotazo, en un fallido intento de ocultar su emoción.

- ¿¿Qué dijo Gerardo??

- Decía que... si es que se encuentra bien, porque lo veo... (Pensó decir “llorando” pero dijo “mejor no”) algo indispuesto...

- La verdad es que... debo tener algún problema con mis lagrimales, producto, quizás de alguno de los varios remedios que me veo obligado a ingerir...

- Ya me parecía extraño verlo llorar...

- ¡No sea insolente joven! ¿¡Que lloraba dice!?¿Usted esta loco? Escuche, ¡mondadientes con patas!, le digo, ¡le aseguro!, que si usted divulga habladurías en ese tono no tendrá la oportunidad de trabajar ni en este ni en ningún otro juzgado mientras yo viva. ¿Fui lo suficientemente claro?...

- ¡Disculpe señor Arrúa!, yo... me expresé mal...

- ¡Pero claro que lo hizo! ¡Retírese y no me traiga nada, perdí el apetito! ¡Fuera!

Pálido como una hoja en blanco, se retiró Gerardo.

 

¿Pero que me ocurrió? Ustedes sabían algo para lo cual yo no estaba preparado ¿verdad?

¿Qué fue eso? Digo... que... ¿cómo expresarlo?... ¿¡que es lo que acabo de escuchar!?

Denme un momento, ¿el pañuelo? ¡Acá está! ¡Pero si hasta se me cayeron los mocos, demonios!

A ver: Heriberto, ¿qué es lo que te pasa?

Me tomó desprevenido, puede que me haya disparado alguna conexión emocional, eso es todo ¡je! ¡Claro que sí!

Tengo que... ¡debo!, escuchar otra canción.

Veamos... tantas para elegir... alguna no tan apasionada...

¿Qué tenemos aquí?... presentación en vivo del mismo año: “Concierto de Bastau”.

Okey. Probemos algo distinto. Vamos Heriberto, ¡no me afloje, carajo!

Play. “Daybreak” …                                                                  

 

- ¿Violeta? disculpe no, pero…  por casualidad… ¿usted no tiene pañuelos descartables?...

 

Esto no es normal. Para nada.

Y no me vengan con el palabrerío económico de: “Díganos Heriberto, ¿Qué es normal y que no lo es?”

Me refiero a normal en cuanto a cotidiano, a frecuente, a ordinario, ¡en cuanto a posible incluso! Pero lo de este muchacho supera mis expectativas, mis conocimientos y mi entendimiento. Estoy ante una faena extraordinaria y por lo tanto me predispongo a emplear métodos infrecuentes en mi labor para entender los motivos de la demanda, los cuales creo empiezan a tener un sentido tan profundo y sensible como inesperados.

Supongo que necesitaré adentrarme por completo en este mundo.

En SU mundo.

¿Por dónde empezar? Es indistinto, sospecho que cada canción debe ser igual de excelente que su predecesora.

¿Algún tipo de recomendación?

¡helloadagioyour loveel amor de los cisnesotoño tardiodaididaui miss you!

¡Esperen!

De a una porque no les entiendo nada… ¿Cuál?...

Puede ser… suena interesante, recuerden que todo esto es nuevo para mí.

Bien, Dimash.

Ahí vamos de nuevo.

Play. “Sinful Passion”.

 

 

 

3

 

Y ese día, el juez Heriberto Arrúa se sumó a las filas Dears sin darse cuenta, como prácticamente todos ellos.

El tiempo dejó de ser un condicionante, la impresión causada en cada nueva reproducción lo llevó a navegar por aguas cristalinas y a volar por cielos radiantes de una belleza sin igual. El tiempo y el espacio fueron sometidos al propósito de emociones adormecidas que despertaron en renovados sentimientos.

Una canción lo llevó a otra de la mano por experiencias que le cosquillearon en el estómago, como si de un amorío juvenil se tratase.

Se sentía enérgico y pensó: “¿por qué no utilizarlas en el momento adecuado?, ¿Por qué monopolizar las energías en función de estrictas responsabilidades y no emplearlas también en el regocijo del espíritu?” Llamó a la doctora María Elena y sostuvieron una charla entusiasmada, de hecho, ella hubo de contenerlo porque Heriberto atravesaba ese “primer amor” frente al arte de Dimash y se expresaba maravillado mediante una andanada de elogios.

Se comunicó con otros colegas y su énfasis causó estragos. Las opiniones tomaron diversas direcciones y matices, pero en algo coincidieron todos: en la perplejidad. Nadie estaba preparado para una versión del juez Arrúa tan apasionada y libre de estructuras.

Gran parte de lo que quedaba del día lo dedicó a la lectura de los testimonios y se sorprendió a sí mismo al escucharse rematar en voz alta algunas de las apreciaciones Dears recopiladas y desde la ubicación de su secretaria se le escuchó decir: “¡claro que sí!” o “¡estoy totalmente de acuerdo!”.

“¿Porque no efectivizar una demanda (por amor) que indicaba en los procesos judiciales un antes y un después?” pensó “¡si al fin y al cabo estamos ante un artista que desde su enorme talento plantea lo mismo en la historia de la música con su voz!”

“Debería Dimash comparecer ante una resolución judicial firme que le permita a cada Dear del mundo tener la posibilidad de verlo actuar en vivo mínimamente una vez en un término que no supere los dos (2) años entre recitales en cada sitio demandante. Será una tarea difícil, ¡pero no imposible! Haré cuanto pueda por llevar adelante este dictamen”.

También se permitió una cantidad de risotadas al leer el “Dimash Affaire” y supuso que, en varios pasajes, el señor Rivadeneira solo habría exagerado la nota. No creía que las Dears pudiesen ser tan vehementes…

 

Dicen que le vieron retirarse con una alegría inusual, que saludó a personas que jamás tuvo en cuenta, que por los pasillos se le oyó canturrear algo que decía: "¡we are, we are, we are... golden!”, que una sonrisa cómplice le suplantó el gesto adusto y que al pasar junto a Gerardo lo palmeó en el hombro y agregó: “disculpe por mi dura reacción. Y.… le agradezco por preocuparse, ¡continúe así!”. Todos coincidieron en que se encontraban frente a una versión alternativa y preferible del juez Heriberto Arrúa.

 

Y entrada la tarde, e instalado en su hogar, recibió la visita de su familia.

Su mujer les comentó a sus hijas el cambio en su marido, le veían contento y con un brillo especial en los ojos. Él observaba los rituales que anticipaban la velada familiar y desde su sillón preferido le pareció ver en esos mecanismos cotidianos la magia momentánea que se prolongaba como una extensión de los eventos ocurridos en su interior.

Porque su familia no “matizó” su vida con felicidad, sino que la impregnó de ella.

Porque en realidad, su tiempo y sus energías fueron bienes “funcionales”, los cuales debieron ser dosificados en el momento y la forma correcta con inteligencia y coherencia.

Y porque sobre otras cosas de grandísimo valor, la trilogía irremplazable de su existencia fueron su mujer, sus hijas y sus nietos.

El sonido de la vajilla, el entrechocar de botellas al depositarlas en el refrigerador, las ollas y los utensilios que resonaban en la cocina, el agua hirviendo, todo le sonaba a cadencia musical. Y las voces, las risas, las conversaciones y los susurros de chicos y grandes, le recordaban en ese contraste de vocablos, el misterio de tonos que encerraba la voz de Dimash.

 

Luciana, la más joven de sus nietas, se acercó preocupada al ver lágrimas en el rostro de su abuelo

- ¿Qué pasa abu? ¿No te sentís bien?

Heriberto le respondió con una sonrisa para tranquilizarla

- No amor, está todo bien. Vení, sentáte, - dio unos golpecitos en el asiento contiguo y suspiró acongojado - sentáte que te cuento…

 

 

 

Fin

 

 

 

Así concluye la saga denominada “Demanda de Amor”.

Gracias a “Malena” Fragoso por confiarme sus ideas y permitirme una total libertad creativa para realizar los relatos.

Y como siempre, gracias a ustedes por estar del otro lado.

¡Saludos Dears!

domingo, 11 de julio de 2021

Demanda de Amor II "El Dimash Affaire" - Por María Elena Fragoso y Carlos Rivadeneira

 

Segunda parte: “El Dimash Affaire”




Mi nombre es Lee Majors.

Las volutas de humo del cigarrillo que sostengo no hacen otra cosa que acrecentar las penumbras y la dificultosa definición del amoblado en la semioscuridad de la pocilga que me sirve de oficina. Ni mis años como investigador ni la amistad que me une a Malena Fragoso debieron suponer un compromiso, si hubiese sospechado las incidencias que me llevarían a decodificar una trama tan sombría e inesperada en el corazón del mundo Dear. Varios días de pesquisas fueron suficientes para: recabar toda la información solicitada, acceder al testimonio de cientos (por no decir miles) de implicadas y preparar un informe detallado y escrito bajo el nombre en clave de: “El Dimash Affaire”.

Lamento ser el heraldo de la revelación que me ha sido concedida, y lo lamento por Dimash, del cual me declaro un ferviente admirador, pero en esta oportunidad temo decir que las Dears, van por todo.

Y porque no confío ni en mi sombra es que estoy aquí, en este lugar recóndito y preparado para lo peor. Me parece oír pasos dubitativos (¡los aguardo rufianes, vengan por mí!) y ha de saberse que si este es mi destino final, también puedo asegurar ¡que no será solo el mío!

 

(Nota del editor: Querido lector hay muchas y muy grandes exageraciones en este primer párrafo:

No solo que no se llama “Lee Majors” (además de que esta muy, pero que muy, muy lejos de parecerse al actor estadounidense) sino que tampoco es detective.

Es Carlos Rivadeneira.

Ni tampoco está en juego la vida de nadie, simplemente esta juntando la evidencia que la doctora Fragoso le pidió en la primera parte de la “demanda de amor”- que supongo habrán leído-, y gracias a dedicar parte de su adolescencia a la lectura y el cine considerado “policial negro” y que tiene una imaginación muy activa es que se cree un investigador.

Y el nombre Lee Majors le gustó toda la vida por como suena. Sencillo.

Solo síganle la corriente y disfruten de la lectura, ¡pueden continuar!)

 

 

 

En las Entrañas del misterio

 

Hubo ciertos inconvenientes desde el inicio a causa de las diferentes locaciones de las potenciales testigos, en especial por lo distanciado que estaban unas de otras.

Muchas Dears = muchos países.

Utilicé el dinero que la doctora me facilitó a modo de adelanto por mis servicios para viajar hacia los casos allegados a mi decrépita oficina y en los que se encontraban radicados en el extranjero me dediqué a registrar las declaraciones, después de averiguar los números correspondientes, vía llamada telefónica e incluso mediante video conferencias. A continuación relataré algunas entrevistas que en un primer momento despertaron mi interés para luego llevarme hacia el estupor que despiertan las verdades ocultas. Por convicción propia he de mantener reservada la identidad de las distintas protagonistas, que serán reveladas únicamente para la evaluación del expediente completo y en manos de la abogada pertinente.

 

Testimonios

 

Dear 1: Ésta Dear radicada en Chile se expresaba con vehemencia y se sumó a la demanda casi sin pestañear. (¡Parecía que esperaba mi visita!)     

No conforme con su postura planteó exigencias a nivel “sudamericano” (mini giras regionales y cosas por el estilo) y celebró la idea de una demanda “colectiva”. El registro de la conversación por video mostraba una habitación y frente a una cama pude entrever el póster de un sugestivo y sonriente Dimash (que si supiera de los eventos que se desarrollaban, se borraría su sonrisa y no se vería tan confiado...)

Dear 2: Aquí la Dear se sorprendió con mi consulta (¡Wow!) y acto seguido declaró su acuerdo con la demanda. Y agregó una denuncia extra: ¿cual seria la figura delictiva ante un posible matrimonio de Dimash y la consabida devastación en el ánimo de la Dear? (“¡peligro!” pensé y me escabullí como un maestro ninja). Cuando la abandoné sin que se diera cuenta, aun se contradecía en voz alta al confesar que a lo mejor debiera perdonarlo, porque en rigor de la verdad... podría ser su madre.

Dear 3: Lo “ocurrente” de mi propuesta dio paso al frenesí que llevó a esta Dear de “demandante” a convertirse en “juez y jurado”. En un rapto de pasión desmedida idealizó un castigo: la sentencia seria efectiva (“¡marche preso!” según sus palabras) mas aun, en los limites de la demencia procesal, lo sentenciaría a cumplir condena bajo la estricta custodia... ¡de las propias Dears! (Antes de huir de aquel lugar. imaginé a Dimash con traje a rayas y custodiado por millones de guardia cárceles que con vinchas luminosas inspeccionaban la condena del convicto, celular en mano. Y entre lagrimas, obvio.)

Dear 4: La Dear me recibió y sostuvo su diálogo como si estuviese ensayando su reacción en un concierto de Dimash.

O sea, a los gritos.

_ ¡SIENTO LAS MISMAS EMOCIONES! ¡UN RECITAL EN LA CIUDAD AUTONOMA DE BUENOS AIRES YA! (y para no perder tiempo evitó la redacción de la demanda y pasó directo al castigo) ¡QUE SE CUMPLA LA CONDENA!

Dear 5: Con este testimonio puse en tela de juicio a mi cordura.

La Dear quería adosar al expediente (y cito textual): “daño colateral por dominar a tantas personas a la vez” (¿¡poseía Dimash poderes supresores!?) y “sumergirlas en un estado paranoico” (¿acaso también pretendían acusarlo de hacedor de obsesiones? ¡Corre por tu vida Dimash!) Salí a toda prisa como si llevase la muerte en los talones y hasta que la perdí de vista, la Dear me corrió varias calles al grito de: ¡SERA JUSTICIA!

 

La adherencia a la causa fue masiva, muchas coincidían en respuestas y en una reacción en particular a mi indagatoria. Después de presentarme con mi credencial de La Era Dimash, me atendían con amabilidad pero al ser notificadas de la situación y transitar ese vaivén efervescente en el espíritu Dear, contestaban un escueto: “ME SUMO A LA DEMANDA” (en tono neutro) y procedían a cerrarme con menos delicadeza la puerta en la nariz como si yo fuese culpable del choque de trenes emocional que les provocaba Dimash.

Recuerdo una situación que me puso en los límites de la vida y la muerte.

 

Amanecer de una Noche Agitada

 

Viernes. Bien entrada la tarde. Calle mal iluminada. La dirección en el arrugado papel que extraje del bolsillo era poco legible pero me confirmó la ubicación en la fachada de la residencia que tenía en frente. De mis espaldas, en una esquina en diagonal, provenía el delicioso aroma desde un local sin comensales (a excepción de un enjambre de moscas) con una enorme parrilla al aire libre que llevaba por nombre “Parripollo: El Chancletazo”.

En la vivienda timbre no había. Aplaudí primero con timidez y luego con violencia en parte para defenderme de los mosquitos sedientos de mi sangre, pero ningún movimiento me dio la bienvenida. La verja que separaba al terreno de la acera era baja y creí ver a la distancia, en la entrada de la casa, el timbre ladino que todo el tiempo se estuvo ocultando de mí. La puerta de rejas no ofreció resistencia e ingresé en el patio, camino a la entrada principal, rodeado por las sombras.

No sabía cuan verdadera y siniestra era esa metáfora de las oscuridades.

No fue uno, sino varios los gruñidos que me recibieron y en el momento que la notificación de MTV declaró el inicio de la competencia desde mi celular a todo volumen, empezó la cacería.

Siempre fui consciente de la importancia de una vida saludable, y agradezco ejercitarme con frecuencia, pero ese día batí todos los récords y me sorprendí  con habilidades desconocidas en mi persona.

A la reja que me impedía llegar a la calle la atravesé con un salto limpio, creo que ni apoyé las manos. El problema fue que los perros (entrenados por su dueña para espantar visitas en horario del “Request Dimash”) también hicieron lo propio y me perseguían como si llevase en mi cuerpo una apetitosa remera que decía “¡Arashi sos lo más grande que hay!” o “¡SB19 te quiero con mi vida!”. Crucé sin mirar, mis aullidos eran más horrendos que los de la jauría feroz a mi retaguardia y con el impulso endemoniado de mi huída pegué un salto ornamental para encaramarme a un árbol.

Un vecino se preguntaba: “¿Dónde dejó la garrocha?” al tiempo que yo me abrazaba del tronco como un marinero a una balsa en un naufragio. Con habilidad felina trepaba inspirado en la fortaleza del puma y en un arrebato juvenil abandoné mi veteranía por culpa de la desgracia que manchaba mi orgullo y mi vestimenta. A pesar de la vergüenza, revelo que dejé escapar el gimoteo de un niño y ascendí con los pañales tan sucios como los de un bebé. Escalé hasta una rama alta que se arqueó con mi peso hacia un edificio que me resultaba familiar y temí lo peor...

El parripollo el “chancletazo”.

Su asador incandescente se ofrecía a cobijarme al calor de las brasas con la culinaria intención de cocinarme el alma y las ancas, y para no engrosar mi desdicha me aferré con tal ímpetu que mis huellas quedaron grabadas en el cuerpo del árbol.

Y en esa posición, oculto en el follaje, esperé tres horas.

Para cuando bajé de mi escondite, (medio crocante debo señalar) si es que permanecía algún perro en las cercanías, debió huir despavorido de mi presencia maloliente. Me aproximé cuanto pude a la casa de la Dear, (hasta cierta distancia de la reja) que reclinada en una reposera se masajeaba las manos en un cuenco con agua helada y tras una breve conversación aceptó sumarse a la demanda.

Por razones obvias regresé a pie hasta mi oficina.

Una confesión: desde aquella noche decidí extremar las prevenciones para mi protección física, y por cierto, no he vuelto a ser el mismo.

Ni mi ropa interior tampoco.

 

Triste, Solitario y Final

 

En tus manos, Malena, se encuentra la absoluta veracidad de los claros propósitos de las Dears. La demanda cuenta con un apoyo denodado (¡temible incluso!) sin precedentes, tanto así, que supongo creará un verdadero caos en lo jurisprudencial. Aguardo recluido en mí guarida a la espera de algún ataque sorpresivo y definitivo (¡disparen cretinos! ¡Yo ya estoy muerto!) E imploro te resguardes en tu buen criterio para que nadie, excepto el juez, tenga acceso a este informe por el cual lo he dado casi todo...

 

..........

  

A ese principio de economía procesal (inicio de la demanda, presentación de testimonios, datos de los posibles testigos, prueba documental, etc.) la doctora Maria Elena Fragoso agregó el informe enviado por Carlos como una “ampliación de prueba documental” para ser presentado cuanto antes, de manera que el juez lo tuviera en su poder y en base a ello analizara todo el conjunto. Después de llamar a su secretaria para que enviara el paquete al juzgado, se sacó los lentes, se acomodó en la silla y reflexionó intranquila sobre lo que acababa de iniciar.

 

La demanda de amor, era un hecho.

 

 Fin de la segunda parte

 

 Gracias a los Beatles por su “A Hard Day’s Night” (anochecer de un día agitado), a Raymond Chandler por sus novelas policiales, a Osvaldo Soriano por su “Triste, Solitario y Final”, a Malena Fragoso por confiar una vez más en mis desvaríos y a los que siguen esta saga, que en la próxima entrega llega a su desenlace.

Como siempre, los esperamos. ¡Saludos Dears!