Mi nombre es
Kalachi.
Tengo seis u ocho años más o menos y la verdad… es
que no me siento muy bien.
Estoy asustado... parece que me enfermé de algo.
Quizás enferme de algo terrible, ¡o aun peor!, puede
que se trate de los fantasmas…
Les cuento.
Mi mamá desapareció un día cuando yo era un bebé y a
mi papá no lo conocí.
Mi hermana Aiday
de quince años se fue a vivir con una familia y no la he vuelto a ver, mi hermano Bulat murió a los
veinticuatro años, lo encontré muy lastimado en el camino y ahí se quedó para
siempre.
En el corazón, se acumulan las tragedias que hubo en
mi vida, pero también atesoro todo el amor que recibí.
Por cierto, me olvidaba... soy un gato.
Aiday es hermosa y recibió su nombre por una mancha
blanca en su cara negruzca, que se asemeja a la luna. Siempre me fascinaba
verla. Delicada al caminar, siempre distinguida, radiante; pero debo admitir
que a pesar de mis intentos por llamar su atención jamás recibí su cariño,
porque a decir verdad, nunca me quiso demasiado.
Con Bulat era
distinto, ¡cuánto amaba a mi hermano!, era valiente, intrépido, muy fuerte y cariñoso. Me enseñó a correr
y a trepar con destreza, me divertía cuando intentaba atraparle la cola y él me
mordía con ternura, a veces me enseñaba a atrapar algunos bichos y me decía:
“Kalachi, nunca desvíes tu mirada de la presa” y cuando nos tumbábamos a tomar sol
su pelaje gris brillaba como el acero, como su nombre.
Lo extraño mucho, desde que no está conmigo me pongo
a llorar con tristeza y mi cuidadora me trae un cuenco con süt recién ordeñada,
entonces mis bigotes quedan blancos o me da trocitos de carne porque cree que
tengo hambre. Y aunque en ocasiones es cierto que pido comida, en otras tantas
siento la soledad y la pena que me produce la ausencia de Bulat.
Porque era mi hermano, era mi amigo.
¿Les hablé de mi cuidadora?
Es una niña muy joven y bonita, para ser humana
digo... También es muy dulce, quizá por ello se llama Sheker y fue quien me bautizó como Kalachi. Llevo el mismo
nombre que el pueblo en donde vivo. Decidió nombrarme así porque a mi me gusta
mucho dormir.
¿Y que tiene que ver eso con ésta aldea?
Pues que la gente se queda dormida...
Y no hablo de cuando los humanos se tumban a dormir
por las noches, sino ¡en cualquier momento del día! Desde hace un tiempo largo,
(creo) esto le ha sucedido a muchos habitantes, de hecho se cuentan historias
que despiertan miedo en los niños y preocupación en los adultos. El viejo Aybek,
un experimentado pastor de ovejas y narrador de historias, me contaba una noche
sentado frente al fuego mientras limpiaba su pipa, sobre un pueblo vecino
abandonado, de nombre Krasnogorsk, en donde según sus palabras: “Los fantasmas del pasado, han decidido
permanecer en la antigua mina de uranio y sus almas sin reposo atormentan a los
vivos que aun permanecemos de cara al sol. - dio una profunda calada y continuó
- Envidian que podamos trabajar, cantar, sufrir y sudar; y por eso nos someten
a un sueño profundo. Un simulacro de la muerte”.
Siempre lo escucho y me convida pedazos de un queso
delicioso. Sus hijos y nietos se marcharon a una ciudad enorme, Almaty, y su esposa (también según sus palabras) “lo dejó en la tierra, para protegerlo
desde el cielo”. Supongo que Bulat hace lo mismo con su hermano menor y por
eso disfruto de la compañía de Aybek, porque somos dos solitarios que reciben
su protección de las alturas.
Estoy un poco mareado… ¿será porque tengo hambre?
Sheker se encarga de alimentarme varias veces por día pero por ahora duerme una
siesta a mi lado. ¿Ya les dije que soy flaco? y negro como la noche pero sin
estrellas, con bastante pelo y una cuantas pulgas a cuestas, que no me abandonan
a pesar que no las invité a quedarse. Los que si abandonaron la aldea, fueron
varias manadas de humanos, asustados (creo) por el misterio que envuelve a
Kalachi, y me refiero a este poblado, no a mi que apenas soy un simple gatito...
Unos hombres que vinieron de la ciudad en grandes
vehículos ayudaron a transportar las pertenencias y a vaciar las casas de los
objetos y de la alegría familiar.
Los hombres y mujeres que trabajaron la tierra,
alzaron sus viviendas, desarrollaron la comunidad con niños y formaron este
lugar con el esfuerzo y el amor que aprendieron de sus antepasados, dejaron
parte de sus recuerdos y sus ilusiones en hogares que, simplemente, han vuelto
a ser edificaciones sin alma.
El viejo Aybek le dijo a un señor muy bien vestido
que: había nacido, crecido y tenía intenciones, cuando Alá así lo decidiese, de
morir en este sitio.
Sospecho, que tarde o temprano, imitaré los
propósitos del anciano...
¿Les conté que Aybek canta muy bien?
¡Si que canta bien!, y la verdad es que conoce
muchas canciones. Una de ellas en especial despertó el interés de mi cuidadora
que en poco tiempo la aprendió. ¿Cómo se llamaba?... ¡Ah si, ahora lo recordé!:
“Qaragym - ai”.
A mi me gusta mucho, aunque suena un poco triste.
Pero lo mejor de todo es que cuando Sheker a veces me agarra entre sus brazos
para acicalarme con un peinecito, me la canta con cariño y dice algo así:
“...Qarag’ym ai
Qiylyp ùzilip qaradyn’ ai
Qarag’an qandai’ suly’
Janaryn’ ai...”
“...Niña de mis ojos
Tu belleza me deslumbra
La luz de tu mirar me
cautiva...”
Tiempo atrás, en una
noche que Aybek le entró duro a su botella de boldy, me dijo: “¿te cuento un secreto, pequeño amigo? Tienes
unos bellos ojos verdes”. Y no se si por el vodka o por culpa de los
fantasmas, ¡pero al rato se durmió! Además, como nunca me vi los ojos, puede
que dijera la verdad o no.
Lo que puedo asegurarles
es que además de las versiones de Aybek y Sheker existe una, interpretada por
un cantante, que como decía mi hermano Bulat: “no deja indiferentes ni a
humanos ni a animales”...
..........
_ ¡Ven Ini,
ven conmigo! – Su pequeño hermano tenía pocos días de vida, pero era curioso y
le seguía como su sombra.
_ La música es muy
importante en la vida de los humanos - continuó Bulat - y creo que a nuestra
cuidadora le agrada un joven que, le he escuchado decir, canta como muy pocas personas.
Su nombre, creo, es Dimash, ya lo escucharás.
En ocasiones ¡ruge como
un león!, pero en otras pareciera ronronear con sus cuerdas vocales, es
elegante como un felino, alto y podría decirse que es apuesto, para ser un
humano digo...
Kalachi parecía entender
muy poco pero lo escuchaba con atención
_ Mira Kalachi, mira el
horizonte - Bulat se sentó a su lado - ¿ves las praderas? ¿Son extensas, no? ¿Y
que me dices de aquellas montañas? ¿Ves cuan altas e imponentes son?, debes
aprender algo, todo esto que vemos hasta donde nuestra visión nos permite no es
más que una muestra insignificante del tamaño que esta nación tiene. NI
siquiera el águila en su vuelo majestuoso, ni aun con su vista privilegiada
puede sondear la basta extensión que abarcan las maravillas de la creación,
incluso mas allá de las estepas - Kalachi observaba todo, con unos ojos que aun
no definían su color.
_ El viejo Serik, el perro del leñador, me relató
sus antiguos viajes por distintos caminos hacia lugares muy distantes, enormes
distancias que no podrías imaginar, y me dijo que junto a su amo, jamás
estuvieron cerca de los limites de la tierra, ¿por qué te digo todo esto?,
porque cumplimos una función.
A diferencia de lo que piensan
algunos animales, debemos acompañar a nuestros humanos. Cada persona en esta
aldea colabora: las manos que labran la tierra, las que extraen la leche, las
que pulsan el dombra, las que cocinan en el hogar; las que tallan la madera; todas
ellas aportan su grano de arena para glorificar y ser agradecidos con la vida
que recibieron, y nosotros no debiéramos diferenciarnos.
Los ojos de Bulat brillaron
y añadió:
_ Como ese muchacho del
que te hablaba ¡Como Dimash! Que en su voz, viajan a otros países vecinos, las
tradiciones y el arte kazajo. - por un momento Kalachi se distrajo para
observar a su hermana y ésta, después de dedicarle una mirada indiferente, se
volteó hacia otro lado
_ Tranquilo, está un
poco... celosa de ti, pero con el tiempo cambiará
Kalachi le preguntó con
una voz muy suave:
_ ¿Mamá?... - Bulat se
tomó unos segundos en responderle:
_ Ella... debe estar
recorriendo nuevos caminos, para traernos noticias del mundo que no conocemos,
¡seguro que nos sorprende a su regreso! - vio que el cachorro se ponía muy triste
y unas lagrimitas asomaban a sus ojos, entonces se le arrojo encima y agregó -
¡ahora ven aquí para que pueda limpiar esa suciedad que llevas!
Empezó a lamerlo en las
orejas y en la panza, y pensó por la expresión de su hermanito que si los gatos
supieran como reírse, Kalachi lo haría en ese momento.
..........
Estoy un poco sucio pero voy a limpiarme
después, tengo mucho sueño y me voy a tumbar debajo de este árbol de manera que
Sheker pueda verme al despertarse. Podría contarles algunas otras cosas pero
creo que es tiempo de descansar... Si Bulat me viera estaría orgulloso, ¡estoy
seguro, querido hermano! porque a pesar de que mi cuidadora lleva varias horas
durmiendo, he permanecido a su lado.
Desde esta posición puedo ver como la aldea,
con sus casas y calles desiertas desaparece y se distancia de lo que siempre
fue, para convertirse en un recuerdo triste, como lo son casi todos.
Por haber sido nombrado como tal, pienso que
de la misma manera que yo viví en Kalachi, Kalachi vivió en mí.
..........
El sol fue testigo de cómo la danza y la
música preparaban sus maletas junto al regocijo y el calor humano, de igual
manera que la cotidianeidad comunal, los susurros y los gritos a viva voz, el
saludo agradable, la esperanza, los sueños y los suspiros de los amantes, las
risas y el llanto, los colores, los sabores y los perfumes, abandonaban como
espectros grises unas funciones, que ya no les correspondían.
El pulso que latía en las moribundas arterias
de la aldea, llegó a través de las dotaciones sanitarias que acudieron aquel
día, y que trabajaron en distintos sectores para auxiliar a los lugareños.
Nadie notó a una niña que sostenía en sus
brazos el cuerpo sin vida de un gatito, como nadie tampoco la oyó cantar con la
voz entrecortada por la pena: “niña de mis ojos, tu belleza me deslumbra, la
luz de tu mirar me cautiva”...
Kalachi por su parte ya no oía la voz de
Sheker, ni apreciaba su tacto, ni compartía su calor, porque en esos momentos corría
aferrado con fuerza al lomo de su hermano, que se desplazaba con la energía del
viento por unas praderas de belleza sin igual en dirección a su destino final.
Y por primera vez en su existencia, Kalachi,
se oyó reír con la inocente y cristalina risa de un niño.
Fin
En el año 2013, en la
localidad rural de Kalachi (Kazajstán), se detectó el primer caso de un hecho
misterioso que atormentó a su población durante algunos años: de manera
inexplicable la gente se quedaba dormida...
Estos hechos podían ocurrir
en cualquier momento y por ello las situaciones cotidianas se vieron afectadas
drásticamente. Las minas de uranio abandonadas en la región aledaña de
Krasnogorsk fueron las primeras en suscitar sospechas que atemorizaban a los
habitantes. Con el tiempo los representantes de la salud, y descartando la
posibilidad de una “narcolepsia colectiva”, obtuvieron una respuesta: no se
trataba de radiación sino de una combinación específica entre las maderas que
servían de estructura en las minas y el agua que se filtró en ellas, cuya
combinación, da como resultado grandes cantidades de monóxido de carbono.
Entre mediados del 2015 y
mediados del 2016, las autoridades gubernamentales decidieron re localizar a
los habitantes de Kalachi.
En ese último lapso temporal,
estaría ambientado el relato.
Especialistas veterinarios
indican que en sus primeros dos años los gatos experimentan un crecimiento
acelerado en equivalencia con la edad humana, entonces seis u ocho años humanos
significarían cuatro meses de vida en un pequeño gatito.
Esa es la verdadera edad de
nuestro protagonista: Kalachi.
Gracias a Irina Wagner por
su colaboración desinteresada en este proyecto con su aporte en todo lo relacionado
a las palabras y nombres kazajos.
Gracias a Natsume Soseki por
escribir en el año 1905 su novela “Soy un Gato” e influenciarme con su obra.
Y gracias a ustedes por
acompañarnos en la tetralogía que culmina con éste texto, para cerrar el ciclo “Serie
de Historias Imaginarias: Dimash Against Evil”.
El relato está centrado en
la figura de Dimash, inspirado en la canción “Qaragym - ai”, dedicado a los
oriundos de Kalachi y a la población de Kazajstán en general.
Es mi manera de agasajarlos en
el mes que celebran el día de su independencia.
Y gracias a ustedes, por
estar siempre del otro lado
Que tengan un excelente fin
de año y sean muy felices junto a sus seres queridos.
¡Saludos Dears!