Juicio de Valor
1
¿Qué
razones legales e incluso racionales tengo para tener en cuenta esta “demanda
de amor”?
Me
presento. Mi nombre es Heriberto Arrúa, me desempeño como juez en primera
instancia y en plena función de mis ejercicios me encuentro en una disyuntiva
mayúscula, carente de comprensión jurídica que me sitúa en un aprieto sin
precedentes.
Tengo 63
años de edad, cuarenta de ellos casado, dos hermosas hijas y cuatro nietos, un
varón y tres nenas, que nos visitan a mi mujer y a mí con una cierta
frecuencia.
Mi familia
matizó mi vida con la felicidad que todo hombre necesita, en ellos se encuentra
la motivación que impulsó mi vida.
En ellos y
en el esfuerzo que le brindé a mi carrera y en los años que invertí en
granjearme una posición acomodada y sin necesidades materiales.
Dos bienes
irreemplazables.
Mis
energías y mi tiempo.
Por ello me
conduje con la celeridad necesaria en cada caso que llegó a mis manos desde mi
juventud hasta la actualidad y por ello me siento contrariado con éste en
particular.
Además,
¿Qué demonios hace una demanda por amor en mi escritorio? ¡Dios! ya siento los
coletazos de la migraña, ¿será por la úlcera en mi estómago? o podría ser por
mi condición hipertensa, ¿quizá por mi cervical?, da igual…
Sonó el teléfono y detrás una voz que
rugía.
- ¡Violeta! – la secretaria aceleró el paso,
pero se asomó con temor por la puerta - necesito urgente un café… ¡no se
retire, por favor Violeta! que sea bien cargado… ¡aguarde un momento Violeta!
¡Présteme atención! olvídese de mi diabetes y en lugar de esa sacarina venenosa
tráigame bastante azúcar, y por favor Violeta… ¡tan pronto como le sea posible!
Continúo.
Veamos que
tenemos por aquí... ¡cuánto material! La doctora Fragoso me envió una gran
cantidad de pruebas incluida una peculiar carpeta con el título “El Dimash Affaire”
...
Por cierto,
he ahí el nombre del acusado: Dimash Kudaibergen.
Varias
fotos me dan un pantallazo sobre su fisonomía.
Bien...
bien... luce muy joven, 18 o 20 años a lo sumo, aunque tratándose de una persona
oriental (supongo) no sería extraño que fuese algo mayor.
¿Chino?
¿Coreano?
Ahh
perdón...
Kazajo.
Aktobé,
Kazajstán, 24 de Mayo de 1994.
¡27 años!
Lo dicho, esta gente se mantiene muy bien. Atractivo, por cierto, elegante y
exótico, pero atractivo.
Disculpen,
¡Si Violeta, adelante!
- Aquí
tiene su café, señor Arrúa, café cargadito y con algo de azúcar extra -la
secretaria apoyó con cuidado el pocillo y no pudo evitar posar sus ojos en unas
fotografías sobre el escritorio -
En realidad,
la seducción provenía no de las fotos sino del protagonista de ellas.
- Que
interesante... - dijo en voz alta - realmente interesante...
A sus oídos llegaron en dos oportunidades
la pronunciación de su nombre como un eco distante, pero el tercer “¡VIOLETA!”
le borró de un plumazo la sonrisa tímida y el ensueño.
-
¡Disculpe señor! Estaba... distraída...
- La
comprendo Violeta, créame que la comprendo... - el juez tomó algunas fotos
entre sus manos y se las extendió- dígame Violeta, ¿¿quiere que se lo envuelva
para regalo??
Violeta
rechazó la oferta porque, aunque tentadora, la mirada de Gorgona de su jefe
amenazaba petrificarla en el lugar si aceptaba llevarse un retrato de ese
atractivo joven.
Por si
acaso, se retiró sin volver la vista atrás.
¡Así que
esas tenemos muchachito! Lograste captar la atención de Violeta ¡nada menos!
Hmm... Aguárdenme un minuto...
- Violeta, si otra vez yo, pero no se
entusiasme… no es a usted a quien
necesito, dígale a Mariana de ordenanza que venga a mi oficina por favor.
Vamos a comprobar algo...
Al poco tiempo Mariana ingresó al despacho, y
de manera conveniente, Arrúa acomodó las fotos sobre el escritorio y a un lado
viejos papeles que desechó a propósito.
- ¿Cómo estas Mariana? Necesitaría que retires
esos papeles por favor, estoy con mucho material y temo que se confundan con
otros de vital importancia.
Él se dedicó a separar las pruebas de los
diferentes sobres y carpetas sin dejar de observar de soslayo la actividad de
la joven y ella luego de meter el deshecho en una bolsa plástica, tomó una
franela de su bolsillo y comenzó a repasar un escritorio que no necesitaba una
limpieza extra. Parecía dispuesta a deslizar el paño por todos los vértices
para disfrutar de un paneo desde diferentes perspectivas de las bondades del
demandado.
Pero la experimentación llegaba su fin.
- ¿Sabes que Mariana? Tengo que
felicitarte. Porque este escritorio lo dejaste impecable por la mañana y ahora
da la sensación ¡de que pretendes dejarlo como un espejo! Y como ya tengo uno
en el baño y supongo que tu tiempo es limitado como el mío, no quisiera que lo
malgastes aquí. No quiero retenerte, podes retirarte.
- Si
señor... yo... Cualquier cosa que necesite me avisa...
- Hoy no
creo Marianita, andá nomás...
Permítanme
que tome nota: “Fuerte influencia del demandado en base a su imagen, podría
ocurrir que ejerciese un magnetismo considerable sobre el sexo opuesto”
Pues bien,
jovencito, ya no me resulta usted tan inocente, tengo mis dudas, ¡mis serias
dudas! Me recuerda a la fascinación que le provocaban las sirenas con su canto
a los marineros.
Bueno... al
fin y al cabo él es cantante ¿verdad?
Pasemos a
esa cuestión. La doctora Maria Elena me recomienda utilizar auriculares y así
lo haré. Son varios los enlaces, pero hay uno remarcado con énfasis:
“presentación en el concurso de canto “The Singer”, llevado a cabo en China en
el año 2017. Dimash canta “S.O.S.”, ¡la mejor voz del mundo!”
¡Si claro!
¡Y yo soy el “Juez Dredd”!
Además, si lo demandan, tan bueno no puede
ser... Se me ocurre una larga lista de “artistas” a demandar con esa
prerrogativa, pero no vienen al caso...
Muy bien.
Play. A ver jovencito. Sorpréndame si quiere tener una chance...
2
- Permiso señor, sé que una ensalada no es lo que
prefiere, pero su esposa fue inflexible con el menú y usted sabe como se pone
si... - el cadete se detuvo - señor... ¿se encuentra bien? ¿Le ocurre algo?,
ehh... ¿está llorando?...
El señor Arrúa no
escuchó entrar a Gerardo, de hecho, no se percató de su presencia lo cual lo
obligó a limpiarse las lágrimas de un manotazo, en un fallido intento de
ocultar su emoción.
- ¿¿Qué dijo Gerardo??
- Decía que... si es
que se encuentra bien, porque lo veo... (Pensó decir “llorando” pero dijo
“mejor no”) algo indispuesto...
- La verdad es que...
debo tener algún problema con mis lagrimales, producto, quizás de alguno de los
varios remedios que me veo obligado a ingerir...
- Ya me parecía extraño
verlo llorar...
- ¡No sea insolente joven! ¿¡Que lloraba
dice!?¿Usted esta loco? Escuche, ¡mondadientes con patas!, le digo, ¡le
aseguro!, que si usted divulga habladurías en ese tono no tendrá la oportunidad
de trabajar ni en este ni en ningún otro juzgado mientras yo viva. ¿Fui lo
suficientemente claro?...
- ¡Disculpe señor Arrúa!, yo... me
expresé mal...
- ¡Pero claro que lo hizo! ¡Retírese y no
me traiga nada, perdí el apetito! ¡Fuera!
Pálido como una hoja en blanco, se retiró
Gerardo.
¿Pero que me
ocurrió? Ustedes sabían algo para lo cual yo no estaba preparado ¿verdad?
¿Qué fue eso?
Digo... que... ¿cómo expresarlo?... ¿¡que es lo que acabo de escuchar!?
Denme un
momento, ¿el pañuelo? ¡Acá está! ¡Pero si hasta se me cayeron los mocos,
demonios!
A ver:
Heriberto, ¿qué es lo que te pasa?
Me tomó
desprevenido, puede que me haya disparado alguna conexión emocional, eso es
todo ¡je! ¡Claro que sí!
Tengo que...
¡debo!, escuchar otra canción.
Veamos...
tantas para elegir... alguna no tan apasionada...
¿Qué tenemos
aquí?... presentación en vivo del mismo año: “Concierto de Bastau”.
Okey. Probemos
algo distinto. Vamos Heriberto, ¡no me afloje, carajo!
Play. “Daybreak” …
-
¿Violeta? disculpe no, pero… por casualidad… ¿usted no tiene pañuelos
descartables?...
Esto no es
normal. Para nada.
Y no me vengan
con el palabrerío económico de: “Díganos Heriberto, ¿Qué es normal
y que no lo es?”
Me refiero a
normal en cuanto a cotidiano, a frecuente, a ordinario, ¡en cuanto a posible
incluso! Pero lo de este muchacho supera mis expectativas, mis conocimientos y
mi entendimiento. Estoy ante una faena extraordinaria y por lo tanto me
predispongo a emplear métodos infrecuentes en mi labor para entender los
motivos de la demanda, los cuales creo empiezan a tener un sentido tan profundo
y sensible como inesperados.
Supongo que
necesitaré adentrarme por completo en este mundo.
En SU mundo.
¿Por dónde
empezar? Es indistinto, sospecho que cada canción debe ser igual de excelente
que su predecesora.
¿Algún tipo de
recomendación?
¡helloadagioyour loveel amor de los cisnesotoño tardiodaididaui miss you!
¡Esperen!
De a una porque
no les entiendo nada… ¿Cuál?...
Puede ser…
suena interesante, recuerden que todo esto es nuevo para mí.
Bien, Dimash.
Ahí vamos de
nuevo.
Play.
“Sinful Passion”.
3
Y
ese día, el juez Heriberto Arrúa se sumó a las filas Dears sin darse cuenta,
como prácticamente todos ellos.
El
tiempo dejó de ser un condicionante, la impresión causada en cada nueva
reproducción lo llevó a navegar por aguas cristalinas y a volar por cielos
radiantes de una belleza sin igual. El tiempo y el espacio fueron sometidos al
propósito de emociones adormecidas que despertaron en renovados sentimientos.
Una
canción lo llevó a otra de la mano por experiencias que le cosquillearon en el
estómago, como si de un amorío juvenil se tratase.
Se
sentía enérgico y pensó: “¿por qué no utilizarlas en el momento adecuado?, ¿Por
qué monopolizar las energías en función de estrictas responsabilidades y no
emplearlas también en el regocijo del espíritu?” Llamó a la doctora María Elena
y sostuvieron una charla entusiasmada, de hecho, ella hubo de contenerlo porque
Heriberto atravesaba ese “primer amor” frente al arte de Dimash y se expresaba
maravillado mediante una andanada de elogios.
Se
comunicó con otros colegas y su énfasis causó estragos. Las opiniones tomaron
diversas direcciones y matices, pero en algo coincidieron todos: en la
perplejidad. Nadie estaba preparado para una versión del juez Arrúa tan
apasionada y libre de estructuras.
Gran
parte de lo que quedaba del día lo dedicó a la lectura de los testimonios y se
sorprendió a sí mismo al escucharse rematar en voz alta algunas de las
apreciaciones Dears recopiladas y desde la ubicación de su secretaria se le
escuchó decir: “¡claro que sí!” o “¡estoy totalmente de acuerdo!”.
“¿Porque
no efectivizar una demanda (por amor) que indicaba en los procesos judiciales
un antes y un después?” pensó “¡si al fin y al cabo estamos ante un artista que
desde su enorme talento plantea lo mismo en la historia de la música con su
voz!”
“Debería
Dimash comparecer ante una resolución judicial firme que le permita a cada Dear
del mundo tener la posibilidad de verlo actuar en vivo mínimamente una vez en
un término que no supere los dos (2) años entre recitales en cada sitio
demandante. Será una tarea difícil, ¡pero no imposible! Haré cuanto pueda por
llevar adelante este dictamen”.
También
se permitió una cantidad de risotadas al leer el “Dimash Affaire” y supuso que,
en varios pasajes, el señor Rivadeneira solo habría exagerado la nota. No creía
que las Dears pudiesen ser tan vehementes…
Dicen
que le vieron retirarse con una alegría inusual, que saludó a personas que
jamás tuvo en cuenta, que por los pasillos se le oyó canturrear algo que decía:
"¡we are, we are, we are... golden!”, que una sonrisa cómplice le suplantó
el gesto adusto y que al pasar junto a Gerardo lo palmeó en el hombro y agregó:
“disculpe por mi dura reacción. Y.… le agradezco por preocuparse, ¡continúe
así!”. Todos coincidieron en que se encontraban frente a una versión
alternativa y preferible del juez Heriberto Arrúa.
Y
entrada la tarde, e instalado en su hogar, recibió la visita de su familia.
Su
mujer les comentó a sus hijas el cambio en su marido, le veían contento y con
un brillo especial en los ojos. Él observaba los rituales que anticipaban la
velada familiar y desde su sillón preferido le pareció ver en esos mecanismos
cotidianos la magia momentánea que se prolongaba como una extensión de los
eventos ocurridos en su interior.
Porque
su familia no “matizó” su vida con felicidad, sino que la impregnó de ella.
Porque
en realidad, su tiempo y sus energías fueron bienes “funcionales”, los cuales debieron
ser dosificados en el momento y la forma correcta con inteligencia y
coherencia.
Y
porque sobre otras cosas de grandísimo valor, la trilogía irremplazable de su
existencia fueron su mujer, sus hijas y sus nietos.
El
sonido de la vajilla, el entrechocar de botellas al depositarlas en el
refrigerador, las ollas y los utensilios que resonaban en la cocina, el agua
hirviendo, todo le sonaba a cadencia musical. Y las voces, las risas, las
conversaciones y los susurros de chicos y grandes, le recordaban en ese
contraste de vocablos, el misterio de tonos que encerraba la voz de Dimash.
Luciana,
la más joven de sus nietas, se acercó preocupada al ver lágrimas en el rostro
de su abuelo
-
¿Qué pasa abu? ¿No te sentís bien?
Heriberto
le respondió con una sonrisa para tranquilizarla
-
No amor, está todo bien. Vení, sentáte, - dio
unos golpecitos en el asiento contiguo y suspiró acongojado - sentáte
que te cuento…
Fin
Así concluye la
saga denominada “Demanda de Amor”.
Gracias a
“Malena” Fragoso por confiarme sus ideas y permitirme una total libertad
creativa para realizar los relatos.
Y como siempre,
gracias a ustedes por estar del otro lado.
¡Saludos Dears!