Seguí a Dimash

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viernes, 25 de junio de 2021

Demanda de Amor Primera Parte: ¿¡En que me metí!? - Por María Elena Fragoso y Carlos Rivadeneira

 

Demanda de Amor

 

Primera Parte: ¿¡En que me metí!?




El despacho de la doctora Fragoso resplandecía con la luz solar que ingresaba por unos amplios ventanales a sus espaldas e iluminaba aquel día de actividad inusual. Frente a sí, dos mujeres le describían testimonios con la finalidad de complementar la información necesaria para continuar con la demanda iniciada contra… Dinmukhamed Kanatuly Kudaibergen.

Una de las mujeres estaba algo furiosa. Y la otra aún más.

De hecho, en la antesala que servía de recepción, la secretaria de María Elena debía lidiar con una cantidad de numerosas “testigos” que se habían apersonado con una misma motivación, con estallidos emocionales que iban de forma paulatina del llanto desconsolado hacia recriminaciones fogosas y de ahí retrocedían a sonrisas conciliatorias para volver a la carga con gruesas lágrimas de reproche.

Un pandemonio emocional se había desatado en las oficinas de la doctora María Elena Fragoso.

Y entonces sonó el timbre.

 

……….

 

Alguien desde el departamento de Maria Elena pulsaba el portero eléctrico como si quisiese expresarse a través del código Morse, el sonido resonó varias veces a pesar de que él ya tenía la puerta entreabierta para ingresar al edificio, parecían bocinazos histéricos en medio de una avenida.

Fue lo primero en llamarle la atención.

El segundo encuentro llamativo fue cuando estuvo a punto de golpear la puerta de la oficina y se detuvo a causa de una serie de lamentos e increpaciones procedentes del interior y se preguntó por qué lo habría citado María en un momento que no parecía el más apropiado…

No tuvo tiempo a responderse.

La puerta se abrió como por arte de magia y el bullicio que una veintena de mujeres creaba se detuvo por obra del mismo artilugio, el silencio suspendido en el aire lo abandonó en el centro de todas las miradas: algunas lo miraban con cierta vergüenza, otras con un recelo inquisidor y la secretaria, parapetada tras el escritorio, pidiendo clemencia.

Charly sintió que la prevención crecía en su interior y el recuerdo de un cuento fantástico le hizo verse tan pequeño como un enano en tierra de gigantes.

 

……….

 

María despidió a las testigos y les pidió con amabilidad que aguardasen en la sala de espera. Se dirigió a su escritorio y una vez sentada le solicitó a la recepcionista que no permitiera el ingreso de nadie por unos momentos, necesitaba poner en claro las ideas y pensó: “¿¿en qué me metí??”

Luego del receso judicial del mes de enero la demanda hacia DQ contaba con la aceptación del juzgado y ahora tendría que estudiar cada prueba adjuntada al expediente. Asimismo, se preguntaba si el juez que hizo lugar a la demanda sabría en realidad quien era Dimash, ¿lo habría oído cantar?, porque Dimash estaba en una categoría más allá de lo imaginado: entre lo mundano y lo profano, entre el sueño y la realidad.

En sus manos sostenía el cuestionario de la prueba testimonial:

·        ¿cómo conoció a Dimash?

·        ¿en qué circunstancias?

·        ¿cuál fue su reacción?

·        ¿su grupo familiar como lo recibió?

·        ¿notó algún cambio en usted?

La forma en que debía encarar el interrogatorio también le planteaba un enigma porque ella era una ferviente admiradora de Dimash y le ocurría un mismo sentimiento que a las demás Dears: una euforia que se apropiaba de su ser al escuchar esa voz la transportaba de la alegría al llanto y le establecía una inmensidad emocional en el alma.

Se froto los ojos y pensó de nuevo: “¿en qué me metí?”.

 

……….

 

“¿¡En qué demonios me metí!?” se preguntaba Carlos.

Se hallaba atrapado en un asiento en medio de dos mujeres que por momentos discutían de forma acalorada y por momentos se consolaban mutuamente entre sollozos. Era muy observador y todo le indicaba que estaba en presencia de Dears: las fundas personalizadas, algunas remeras, la música que sonaba en los tonos de celular e incluso alguna intrépida que llevaba una vincha con antenitas que terminaban en forma de corazones y el nombre “DIMASH” en el centro que Charly, creía con certeza, brillaba en la oscuridad.

Y parecían un poco alteradas así que prefirió mantener un sensato silencio. Hasta que una de las mujeres a su lado le preguntó:

- ¿usted también está aquí por la demanda a nuestro príncipe kazajo? - se detuvo y con una franca sonrisa agregó - disculpe, Mariana Pérez es mi nombre ¿y el suyo?

¿Una demanda? - pensó - ¿¿Una demanda a Dimash?? ¿Por qué habían llegado a tanto? En donde se había metido por dios… el imaginó cada hipotética situación antes de responder:

- Un gusto, Carlos es el mío - por si acaso alguna leyera las columnas de la Era y para no agregar confusión a la “algarabía” predominante decidió no agregar el apellido - y estoy… por un tema personal, necesito de la… asesoría de la doctora. Le ofreció una sonrisa tímida y se reclinó en la silla para dar por terminada la charla.

Pero esto recién empezaba.

- Vea que coincidencia... yo sigo un blog dedicado a Dimash, ¡el blog de La Era Dimash! en donde escribe un tal Carlos Rivadeneira, pero lo que pasa es que a veces me hace reír y a veces llorar y ya tengo suficiente con todo esto que estoy pasando con Dimash, y por eso la demanda ¿vio? si lo tuviera en frente le diría unas cuantas cositas a ese tal Carlos, ¡y a ver que se le ocurre decirme con respecto a este proceso! - paró para tomar aire y agregó - ¿¿usted no conoce a Dimash?? ¡Ahora se lo hago escuchar!

Charly, resignado a su destino, intuyó en su mente una canción en francés interpretada ante un auditorio chino…

- Mire - le dijo ella - esta canción se llama “SOS” y la cantó en un concurso llamado “The Singer”

Le ofreció el celular y él buscaba la manera de salir airoso

- Como le explico, yo no… o sea como le digo, en realidad no es que…

Quiso decir que no era que no lo conociera, pero otra mujer que estaba de pie con los brazos cruzados y la mirada encendida escuchó la conversación y se acercó decidida a interrumpirlo

- ¿Usted está diciendo que no le gusta Dimash? ¿¿O es de esos que dicen que “grita”?? ¡Nooo… ya sé! - subía los decibeles a medida que lo señalaba con el dedo - ¿¿¡¡Usted es de los que dicen: “apaga a ese chino que grita como loco”!!??  

Charly tragó saliva y se le ocurrió un vocablo redentor, la expresión clave del credo Dear:

- ¡no señora, tranquila! yo sé que… ¡no es chino! ¡¡Es kazajo!!

A la señora que lo increpaba, que a esas alturas ya temblaba de ira, de manera automática se le dulcificaron los rasgos y la tensión que crecía empezó a desaparecer.

Hasta que la secretaria que se preparaba un té de valeriana del tamaño de un jarrón de flores lo llamó con la voz quebrada.

- Señor Carlos Rivadeneira, dice la doctora María que pase.

La mujer que estaba a su lado lo miró a medio camino entre el asombro y la furia, y después de calcular la distancia que lo separaba de la puerta del despacho, corrió a toda velocidad.

 

……….

 

María se sobresaltó con el portazo de Carlos, que apoyado de espaldas en la puerta daba el aspecto de pretender impedir el ingreso de un monstruo imaginario. Se quedó unos segundos en esa posición y una vez seguro de sí mismo se acercó al escritorio y dijo:

- Como que están un poco revolucionadas las cosas ahí afuera ¿no?

Se saludaron como buenos amigos, ella le pidió que tomara asiento y extrajo una carpeta voluminosa que llevaba el membrete de “Será Justicia” ilustrada con una expresiva imagen de Dimash. Le agradeció por su visita y después de un lento suspiro le dijo:

- Te voy a ser honesta, necesito que me ayudes en este caso tan peculiar -  mientras distribuía por la mesa varios folios con información inherente al caso - tu experiencia como observador de este “fenómeno Dimash” me sería de gran utilidad en el proceso del expediente.

Charly se quedó sorprendido

- Mira Malena, podés contar conmigo para lo que desees, pero en el terreno de lo legal… ¿Cómo te colaboro?

- Ahí está el tema, ameritaría tu colaboración como… ¿asesor?, inclusive perito si querés, ya que tengo que probarle al juez la necesidad, de al menos, un recital en cada país con una fuerte participación Dear y lograr las garantías de un fallo favorable a tantas que no ven la hora de escucharlo en persona.

Con las manos entrelazadas, María aguardó expectante una respuesta y él le indicó que continuase.

- En este caso las testimoniales ya llevan un considerable tiempo pendientes pero muchas otras se habrán sumado en los últimos meses, y quizá, podrías realizar una recopilación de esas pruebas.

Charly pensaba en las novelas de policial negro y las películas de cine “noir” que disfrutó en su vida y le brilló la mirada  

- ¿Cómo una investigación privada?

En ese momento “Malena” supo que había captado su atención y no desperdiciaría la oportunidad

- Hmmm... exacto, como un investigador privado…

- ¡Mi sueño hecho realidad! ¡Temerario es mi segundo nombre!

Sin dudarlo accedió y tuvieron una plática para definir los términos de la indagación.

Tomó algunas copias del material disponible y lo adjuntó a una carpeta a la que bautizó como: “El Dimash Affaire”.

Antes de retirarse María le preguntó que pensaba con la inclusión del último recital como prueba fehaciente y Charly recordó el estreno de “Golden”.

Una enigmática sonrisa se le dibujó en el rostro y dijo: “¡obvio!”

Camino hacia la puerta se frenó en seco. Por muy “temerario” que fuese, una cosa era desafiar a puño limpio lo desconocido y otra bien distinta era enfrentar una tropa de Dears enardecidas. Se giró hacia la doctora y preguntó:

- Malena… por casualidad... ¿no tenés una salida de emergencia, no?...

 

 

Fin de la primera parte

 

 

Gracias a María Elena por invitarme una vez más a colaborarle en este proyecto y gracias a ustedes por acompañarnos con su lectura. En breve (y no digo “pronto” porque esa palabra le pertenece a ya saben quién…) la segunda entrega de esta “demanda de amor”.

Los esperamos en la próxima columna. ¡Saludos Dears!