Primera Parte: ¿¡En que me metí!?
El despacho de la doctora Fragoso resplandecía con la luz solar que ingresaba por unos amplios ventanales a sus espaldas e iluminaba aquel día de actividad inusual. Frente a sí, dos mujeres le describían testimonios con la finalidad de complementar la información necesaria para continuar con la demanda iniciada contra… Dinmukhamed Kanatuly Kudaibergen.
Una de las mujeres estaba
algo furiosa. Y la otra aún más.
De hecho, en la antesala que
servía de recepción, la secretaria de María Elena debía lidiar con una cantidad
de numerosas “testigos” que se habían apersonado con una misma motivación, con
estallidos emocionales que iban de forma paulatina del llanto desconsolado
hacia recriminaciones fogosas y de ahí retrocedían a sonrisas conciliatorias
para volver a la carga con gruesas lágrimas de reproche.
Un pandemonio emocional se
había desatado en las oficinas de la doctora María Elena Fragoso.
Y entonces sonó el timbre.
……….
Alguien desde el
departamento de Maria Elena pulsaba el portero eléctrico como si quisiese
expresarse a través del código Morse, el sonido resonó varias veces a pesar de
que él ya tenía la puerta entreabierta para ingresar al edificio, parecían
bocinazos histéricos en medio de una avenida.
Fue lo primero en llamarle
la atención.
El segundo encuentro
llamativo fue cuando estuvo a punto de golpear la puerta de la oficina y se
detuvo a causa de una serie de lamentos e increpaciones procedentes del
interior y se preguntó por qué lo habría citado María en un momento que no
parecía el más apropiado…
No tuvo tiempo a
responderse.
La puerta se abrió como por
arte de magia y el bullicio que una veintena de mujeres creaba se detuvo por
obra del mismo artilugio, el silencio suspendido en el aire lo abandonó en el
centro de todas las miradas: algunas lo miraban con cierta vergüenza, otras con
un recelo inquisidor y la secretaria, parapetada tras el escritorio, pidiendo
clemencia.
Charly sintió que la
prevención crecía en su interior y el recuerdo de un cuento fantástico le hizo
verse tan pequeño como un enano en tierra de gigantes.
……….
María despidió a las
testigos y les pidió con amabilidad que aguardasen en la sala de espera. Se
dirigió a su escritorio y una vez sentada le solicitó a la recepcionista que no
permitiera el ingreso de nadie por unos momentos, necesitaba poner en claro las
ideas y pensó: “¿¿en qué me metí??”
Luego del receso judicial
del mes de enero la demanda hacia DQ contaba con la aceptación del juzgado y
ahora tendría que estudiar cada prueba adjuntada al expediente. Asimismo, se
preguntaba si el juez que hizo lugar a la demanda sabría en realidad quien era
Dimash, ¿lo habría oído cantar?, porque Dimash estaba en una categoría más allá
de lo imaginado: entre lo mundano y lo profano, entre el sueño y la realidad.
En sus manos sostenía el
cuestionario de la prueba testimonial:
·
¿cómo conoció a Dimash?
·
¿en qué circunstancias?
·
¿cuál fue su reacción?
·
¿su grupo familiar como lo recibió?
·
¿notó algún cambio en usted?
La forma en que debía encarar el interrogatorio también le planteaba
un enigma porque ella era una ferviente admiradora de Dimash y le ocurría un mismo
sentimiento que a las demás Dears: una euforia que se apropiaba de su ser al
escuchar esa voz la transportaba de la alegría al llanto y le establecía una
inmensidad emocional en el alma.
Se froto los ojos y pensó de nuevo: “¿en qué me metí?”.
……….
“¿¡En qué demonios me metí!?” se preguntaba Carlos.
Se hallaba atrapado en un asiento en medio de dos mujeres que por
momentos discutían de forma acalorada y por momentos se consolaban mutuamente entre
sollozos. Era muy observador y todo le indicaba que estaba en presencia de
Dears: las fundas personalizadas, algunas remeras, la música que sonaba en los
tonos de celular e incluso alguna intrépida que llevaba una vincha con
antenitas que terminaban en forma de corazones y el nombre “DIMASH” en el
centro que Charly, creía con certeza, brillaba en la oscuridad.
Y parecían un poco alteradas así que prefirió mantener un sensato
silencio. Hasta que una de las mujeres a su lado le preguntó:
- ¿usted también está aquí por la demanda a nuestro príncipe kazajo? -
se detuvo y con una franca sonrisa agregó - disculpe, Mariana Pérez es mi
nombre ¿y el suyo?
¿Una demanda? - pensó - ¿¿Una demanda a Dimash?? ¿Por qué habían
llegado a tanto? En donde se había metido por dios… el imaginó cada hipotética
situación antes de responder:
- Un gusto, Carlos es el mío - por si acaso alguna leyera las columnas
de la Era y para no agregar confusión a la “algarabía” predominante decidió no
agregar el apellido - y estoy… por un tema personal, necesito de la… asesoría
de la doctora. Le ofreció una sonrisa tímida y se reclinó en la silla para dar
por terminada la charla.
Pero esto recién empezaba.
- Vea que coincidencia... yo sigo un blog dedicado a Dimash, ¡el blog
de La Era Dimash! en donde escribe un tal Carlos Rivadeneira, pero lo que pasa
es que a veces me hace reír y a veces llorar y ya tengo suficiente con todo
esto que estoy pasando con Dimash, y por eso la demanda ¿vio? si lo tuviera en
frente le diría unas cuantas cositas a ese tal Carlos, ¡y a ver que se le
ocurre decirme con respecto a este proceso! - paró para tomar aire y agregó -
¿¿usted no conoce a Dimash?? ¡Ahora se lo hago escuchar!
Charly, resignado a su destino, intuyó en su mente una canción en
francés interpretada ante un auditorio chino…
- Mire - le dijo ella - esta canción se llama “SOS” y la cantó en un
concurso llamado “The Singer”
Le ofreció el celular y él buscaba la manera de salir airoso
- Como le explico, yo no… o sea como le digo, en realidad no es que…
Quiso decir que no era que no lo conociera, pero otra mujer que estaba
de pie con los brazos cruzados y la mirada encendida escuchó la conversación y
se acercó decidida a interrumpirlo
- ¿Usted está diciendo que no le gusta Dimash? ¿¿O es de esos que
dicen que “grita”?? ¡Nooo… ya sé! - subía los decibeles a medida que lo
señalaba con el dedo - ¿¿¡¡Usted es de los que dicen: “apaga a ese chino que
grita como loco”!!??
Charly tragó saliva y se le ocurrió un vocablo redentor, la expresión
clave del credo Dear:
- ¡no señora, tranquila! yo sé que… ¡no es chino! ¡¡Es kazajo!!
A la señora que lo increpaba, que a esas alturas ya temblaba de ira,
de manera automática se le dulcificaron los rasgos y la tensión que crecía
empezó a desaparecer.
Hasta que la secretaria que se preparaba un té de valeriana del tamaño
de un jarrón de flores lo llamó con la voz quebrada.
- Señor Carlos Rivadeneira, dice la doctora María que pase.
La mujer que estaba a su lado lo miró a medio camino entre el asombro
y la furia, y después de calcular la distancia que lo separaba de la puerta del
despacho, corrió a toda velocidad.
……….
María se sobresaltó con el
portazo de Carlos, que apoyado de espaldas en la puerta daba el aspecto de
pretender impedir el ingreso de un monstruo imaginario. Se quedó unos segundos
en esa posición y una vez seguro de sí mismo se acercó al escritorio y dijo:
- Como que están un poco
revolucionadas las cosas ahí afuera ¿no?
Se saludaron como buenos
amigos, ella le pidió que tomara asiento y extrajo una carpeta voluminosa que
llevaba el membrete de “Será Justicia” ilustrada con una expresiva imagen de
Dimash. Le agradeció por su visita y después de un lento suspiro le dijo:
- Te voy a ser honesta,
necesito que me ayudes en este caso tan peculiar - mientras distribuía por la mesa varios folios
con información inherente al caso - tu experiencia como observador de este
“fenómeno Dimash” me sería de gran utilidad en el proceso del expediente.
Charly se quedó sorprendido
- Mira Malena, podés contar
conmigo para lo que desees, pero en el terreno de lo legal… ¿Cómo te colaboro?
- Ahí está el tema,
ameritaría tu colaboración como… ¿asesor?, inclusive perito si querés, ya que
tengo que probarle al juez la necesidad, de al menos, un recital en cada país con
una fuerte participación Dear y lograr las garantías de un fallo favorable a
tantas que no ven la hora de escucharlo en persona.
Con las manos entrelazadas,
María aguardó expectante una respuesta y él le indicó que continuase.
- En este caso las
testimoniales ya llevan un considerable tiempo pendientes pero muchas otras se
habrán sumado en los últimos meses, y quizá, podrías realizar una recopilación
de esas pruebas.
Charly pensaba en las
novelas de policial negro y las películas de cine “noir” que disfrutó en su
vida y le brilló la mirada
- ¿Cómo una investigación
privada?
En ese momento “Malena” supo
que había captado su atención y no desperdiciaría la oportunidad
- Hmmm... exacto, como un
investigador privado…
- ¡Mi sueño hecho realidad!
¡Temerario es mi segundo nombre!
Sin dudarlo accedió y
tuvieron una plática para definir los términos de la indagación.
Tomó algunas copias del
material disponible y lo adjuntó a una carpeta a la que bautizó como: “El
Dimash Affaire”.
Antes de retirarse María le
preguntó que pensaba con la inclusión del último recital como prueba fehaciente
y Charly recordó el estreno de “Golden”.
Una enigmática sonrisa se le
dibujó en el rostro y dijo: “¡obvio!”
Camino hacia la puerta se
frenó en seco. Por muy “temerario” que fuese, una cosa era desafiar a puño
limpio lo desconocido y otra bien distinta era enfrentar una tropa de Dears
enardecidas. Se giró hacia la doctora y preguntó:
- Malena… por casualidad... ¿no
tenés una salida de emergencia, no?...
Fin
de la primera parte
Gracias a María Elena por
invitarme una vez más a colaborarle en este proyecto y gracias a ustedes por
acompañarnos con su lectura. En breve (y no digo “pronto” porque esa palabra le
pertenece a ya saben quién…) la segunda entrega de esta “demanda de amor”.
Los esperamos en la próxima
columna. ¡Saludos Dears!