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domingo, 11 de abril de 2021

LA TRAVESÍA DE UN CORAZÓN AGRADECIDO - por Carlos Rivadeneira. - Traducción: Carmen Sandoval y Daniela Aburto


La Travesía de un Corazón Agradecido

Un día este corazón agradecido preparó maletas
para iniciar un largo viaje y así conocer a otros
de su misma familia y de un idéntico sentimiento. 

Un fantástico cisne se ofreció a llevarle con sus alas doradas
por aire y por mar en un trayecto rico en maravillas,
en aromas, en sonidos, en paisajes y en tradiciones.

Y en cada sitio lo recogió otro corazón
igual de enamorado, con una exacta ilusión
de equivalente esperanza y ternura. 
En cada lugar lo despidieron entre abrazos y besos,
le confiaron su amor para que también viajara con él
y lo impulsaron con la magia de cada país que visitaba.

Desde Argentina el Tango y su poesía lo elevaron.
Tras los Andes, en Chile la Cueca y su ritmo lo animaron a seguir,
en Perú lo aguardaba la Marinera y lo hizo danzar con el viento.

La Salsa en Colombia le contagió de alegría para que avanzara hasta México con los Mariachis y sus Rancheras le endulzaron el alma. 
El Mambo y la Rumba en Cuba le dieron sabor a su itinerario y en EE. UU. el Blues y el Jazz lo llenaron de sensibles historias. 

En Brasil el ritmo alegre del Samba le cosquilleó en el cuerpo y al transformarse en Bossa nova lo despidió con aire seductivo. La vibración de violín del Goje, la percusión del Udu y el Dundun lo trasladaron en sus brazos sobre Nigeria.

Lo embelesó en Australia la fortaleza aborigen del Didjeridoo , en China el Dios Han Xiangzi le adornó su camino con una armonía que avivaba flores y plantas. Euterpe La musa que preside la música, lo acarició en los cielos de Grecia.  Apolo, como deidad romana de la música, le acompañó con su Lira en el firmamento de Italia yen España le convidaron Paella, Tortilla de Patatas y Jamón Serrano para que recuperara energías. 

En Alemania lo sorprendió el Baile Tirolés y junto al cisne deleitaron a las olas del Río Rhin. El Trébol Rojo de Dinamarca coloreó ante sus ojos un tapiz de hermosas flores. En sus cuerdas la Balalaika le interpretó emotivas melodías folklóricas de Rusia y le dio un último empujón para que en Kazajstán el Dombra también lo agasajara con bellos sonidos autóctonos. 

Y al final del recorrido 
lo recibieron unas manos delicadas 
que lo sostuvo frente a su rostro, 
y entonces el corazón reconoció aquella sonrisa radiante.

Lágrimas de felicidad le empañaron sus ojitos
porque este corazón no era uno cualquiera
sino que había nacido del amor 
entre un artista y su público.
Y tan agradecido estaba de existir
que había recorrido el mundo entero
 para regresar a su creador.

  



The journey of a grateful heart 

One day this grateful heart packed suitcases
to start a long journey and thus meet others
of the same family and of an identical feeling. 

A fantastic swan offered to carry him on its golden wings. 
by air and by sea on a journey rich in wonders,
in aromas, in sounds, in landscapes and in traditions. 

And in each place another heart
picked him up just as in love, with identical illusion
of equivalent hope and tenderness. 
In each place they waved him goodbye between hugs and kisses.
They entrusted him their love so that it would also travel with him and they propelled him with the magic of each country he visited.

From Argentina, Tango and its poetry raised him. Behind the Andes in Chile, the Cueca and its rhythm encouraged him to continue. In Peru the Marinera was waiting for him and made him dance with the wind.

Cumbia in Colombia infected him with joy to go forward. In Mexico the Mariachis with their Rancheras sweetened his soul. 
Mambo and Rumba in Cuba gave flavor to his itinerary. In USA, Blues and Jazz filled him with sensitive stories.

In Brazil, the joyful rhythm of Samba tickled his body and, when turning into Bossa Nova, he was told goodbye with a seductive air. The vibration of the Goje's violin, the percussion of the Udu and the Dundun carried him in their arms over Nigeria. 

In China, the God Hiangzi decorated its path with a harmony that enlivened flowers and plants. The aboriginal fortress of the Didjeridoo enthralled him in Australia. Euterpe, the muse who presides over music, caressed him in the skies of Greece. Apollo, as Roman deity of music, accompanied him with his Lyre in the firmament of Italy. In Spain he was invited with Paella, Potato Omelette and Serrano Ham to recharge batteries.

In Germany he was surprised by the Tyrolean Dance and together with the swan they delighted the waves of the River Rhine. The Red Clover of Denmark colored a tapestry of beautiful flowers before his eyes. On its strings the Balalaika played emotional Russian folk melodies and gave him a final push so that in Kazakhstan the Dombra would also entertain him with beautiful native sounds.

And at the end of the journey, 
he was received by delicate hands
that held him in front of his face.
And then the heart recognized that radiant smile. 

Tears of happiness clouded his eyes. 
Because this heart was not just any heart. 
This one was born from the love 
between an artist and his audience, 
and he was so grateful to exist
 that he had traveled the whole world
to return to the one who had given birth to him.