¿Dónde lo encontraría?
¿La aguardaba en la orilla de un sueño?
¿O quizás bajo el alero añil
del crepúsculo de sus fantasías?
Salió decidida a buscarle.
Caminaba sobre médanos azules iluminados por candiles estelares y a cada paso de sus pies descalzos nacían huellas, que al poco tiempo desvanecidas dormitaban sin un recuerdo a cuestas con el barrido de la suave brisa nocturna.
A lo lejos una sombra sobre la arena quebraba la ilusión marina del entorno y relucía como una botella portadora de un mensaje a la deriva. Al acercarse, las estrellas parpadearon y la luna ensanchó su rostro en una radiante y pálida sonrisa para indicarle con claridad espectral su hallazgo.
Era una flor.
Al tomarla entre sus manos un canto sutil como el gorjeo de un pajarillo enamorado surgió de sus pétalos y atrapada en esa melodía triste sintió que el aire salobre del mar le inundaba los sentidos y la transportaba.
El mar se retraía hacia el horizonte turquesa
y regresaba cargado con misterios para obsequiar.
De perlas le ceñía la cintura y los pechos
y con sortilegio de las profundidades le ungía las piernas.
En un mundo ralentizado, el movimiento grácil de su cuerpo ondulaba entre el coqueteo de los rayos solares y la transparencia verdosa del agua. El tono de su piel se ruborizó ante los corales que cortejaron su arribo, las corrientes submarinas le desenredaron el cabello, las algas le adornaron sus brazos con ajorcas purpuras y su frente con diademas doradas y ataviada para un encuentro ceremonial se sumergió por un espiral burbujeante.
Otra flor la aguardaba.
Una voz dulce, femenina e hipnótica cual el canto de una sirena, brotaba de su pistilo y la sedujo la irresistible atracción que le propuso un nuevo hechizo vocal, paradigmático y sensual.
Con un segundo tesoro recogido ascendió hasta que el sol la besó en los párpados y sus ojos abrieron a una nueva ilusión.
¿Tendría la altura de las montañas?
¿Sus manos delicadas rozarían como el viento?
¿Tendría su espíritu libre el afán del águila?
¿Y su hombría de bien la sabiduría ancestral de la tierra?
El viento, arremolinado bajo su cuerpo, le facilitaba el peregrinaje de una pendiente a otra más escarpada. A su alrededor las aves inquietas tejían símbolos al sol en un vuelo premonitorio que la exhortaba a detenerse y a sus pies las rocas se estremecían con un soneto místico que la madre naturaleza susurraba desde las entrañas del inframundo.
Descendió a una superficie agreste que amortiguó su peso donde la recibió el volcán orgulloso de su corpulencia y con el pecho henchido a punto de expeler el calor de sus intestinos agitó el terreno circundante con la advertencia de la erupción.
Una tercera flor intercedió por ella.
En su color escarlata latía la potestad de la tierra y con el bramido potente de su estambre, en la emulación de un arpegio cósmico que se abriese camino en el bullicio de una tormenta, doblegó las intenciones y las fuerzas de la creación.
La energía liberada destruyó a los espíritus que habitaban en la caldera del cráter, y la flor junto a sus hermanas y la caminante continuaron hacia otras pasturas.
El tañido de las fibras del alma,
la danza ardiente de las emociones,
el arrullo de un cuerpo celeste,
el final de la búsqueda…
De un prado brotaban hebras exquisitas que liaban sus extensiones a la estela que abandonaba su caminar bajo el influjo de luciérnagas de lapislázuli que le revelaban el sendero y mariposas esmeraldas revoloteaban alegres impulsadas por los suspiros que afloraban de sus labios. Un resplandor de polen magenta flotaba en brazos del aire al compás de un instrumento de cuerdas sobre un campo de flores que aguardaban su llegada.
Y a una cierta distancia, sentado bajo el plenilunio, Dimash le sonrió.
En su oscuro cabello brillaban exóticas constelaciones que acentuaban la belleza de sus rasgos, sus ojos revelaban secretos que sus manos atrapaban acariciando el espacio y el destello del cosmos amoldaba a los elementos en la reverberación de su voz.
Ella se aproximó embelesada para entregar sus recientes posesiones. Él tomó las flores, besó con amor sus manos y acarició el contorno de su rostro para luego despedirse en medio de una composición floral que lo elevaba hacia una prolongación de ese romance sublime e invariable.
…..
Se despertó.
Tenía una larga jornada por delante pero confiada en sus energías repuestas se preparó un rico desayuno.
Sorbía una taza de café con la mirada extraviada y a pesar de sus esfuerzos no lograba recordar lo que había soñado aunque una sensación placentera le recorriera el cuerpo.
Era un día especial y quizá el destino le tenía reservada una sorpresa y ¿por qué no? un profundo y verdadero amor.
Era una soñadora y en su corazón una renovada certeza le indicaba que... El amor es Como un Sueño.
…………….
Resulta difícil definir lo que uno siente al estar enamorado.
De hecho sin estarlo, es posible abrigar amor hacia actividades que pudieran relacionarse al altruismo, las vocaciones o la frivolidad y podrían llegar a explicarse con fundamentos varios que, probablemente, resultarían válidos.
Las expresiones artísticas, el entorno familiar y las aficiones también tienen un lugar entre la ternura y la pasión que el amor provoca y están más próximos a una comprensión popular.
Sin embargo en el podio de los misterios afectivos de compleja ilustración (compartido según mi experiencia con el amor por los hijos) se encuentra el amor romántico.
Para todos aquellos que no encuentran las palabras que se precisan para explicar eso que se siente por la persona que aman, les dedico este relato.
Y para quienes como la Dear que lo protagoniza, encuentran en cada mañana un motivo para soñar con el amor deseado.
Desde La Era Dimash les deseamos un feliz día de los enamorados.
Los esperamos en la próxima columna, ¡saludos Dears!